En poco se parecen a octubre estas mañanas, mas son mañanas frágiles y saben a corteza de humo campesino, a convicción rural, a incertidumbre en rama y de esta voz de liquen han caído estas hifas sin valor ni sustancia.

-Aurelio González Ovies-

sábado, 6 de junio de 2015

Desde mi corazón

Año necesario



Año necesario

Tendrá que ser pronto, porque es necesario. Ahora, quizá, sin demora alguna. Sin más dilación. Reventará un año y emergerá un mundo diferente y próspero. Una sucesión de siglos triunfantes. Un ciclo propicio para los jirones de la libertad y las trabazones de los sentimientos. Una época íntegra con aire muy puro y corazón sano. Y de este futuro tan próximo y ruin, tan opaco y frío, tan mediocre y yermo, tan timado y lúgubre, haremos pasado. No puede atrasarse. Ha de suceder. Tendrá que ser ya. Urge su llegada. Estamos cansados.

Volverán los campos a sentir el silbo de los labradores, la azada el grosor del hambre y la siembra, y el amanecer el canto del gallo. De nuevo estarán los pueblos repletos de humanos radiantes, las aldeas pobladas, las cuadras calientes del vaho del ganado. Los altos graneros colmados de viandas. Y las chimeneas humearán todas al caer la noche, cuando los hogares enciendan la hora del fuego sagrado. Volverá el bullicio de los lavaderos y el rumor de brisa de la ropa blanca. Y la voz obrera del que anuncia el pan, día a día, temprano. Y la primavera con su pensamiento fulgurante y regio, con sus carruseles de deseos silvestres y fragancias púberes y tardes larguísimas y horizontes amplios.

La tierra pondrá su benevolencia. Lo mismo que el agua, la espiga y el árbol. Así como el clima, la salud y el grito. La sombra, el respeto, el otoño, el sol, el afecto, el canto. Y por vez primera sobrarán recursos para la equidad y el contentamiento. Cada cual tendrá lo mismo que el otro, como cinco dedos hay en cada mano. Abundarán aves, frondas, peces, bayas. Buena voluntad, tesón, tolerancia. Y caminos fáciles portarán vigencia a los relegados. Nunca será poco lo que es suficiente. Nunca faltará lo fundamental. Jamás el exceso hará tanto daño.

Un transcurso blanco como nieve blanca. Un espacio limpio cual arroyo intacto. Con luz, con moral, con honestidad, plenitud y credos. Querremos vivir, dilatar los meses, prorrogar los años. Unos seres nuevos, proclives al bien, con hondos sentidos, que procurarán a todo su esencia, a todos, su espacio. Todo con el mérito que le corresponda. La luna, su cielo, la paz, su infinito. Los padres, sosiego, el joven, trabajo. Pero apremia el tiempo. Andamos perdidos. No hallamos salida. Ha de ser muy rápido.

(La Nueva España, enero 2014)



Falsa perspectiva

De nuevo, Penélope



DE NUEVO, PENÉLOPE

(A la mujer que habita en un banco de Pumarín, en Oviedo)

Espera desde hace meses en La Plaza de la Once. Lleva dos grandes maletas y un paraguas y un sombrero. Lleva lentes y un abrigo. Lleva una mirada triste, como muy sola y cansada. Botas blancas y tejanos y una trenza recogida por la tela de un pañuelo. Cuando el sol calienta mucho se recuesta en una almohada, sobre el césped del parterre, a la sombra de un morero.

Espera como quien sabe que nunca pasará nada. Como quien tan solo espera por agotar la rutina de tantos días enteros. Espera desde temprano y se pasa las mañanas reclinada sobre un brazo, en detenido silencio. Bebe unos sorbos de agua. Observa. Ve cómo vamos, venimos; ve la prisa que nos ata nada más amanecemos. Cambia de banco, coloca las maletas y el paraguas. Come con desgana y echa trocitos a las palomas. Y dice adiós a los niños. Y saluda al barrendero.

La gente observa extrañada. ¿Quién será, de dónde viene? ¿A quién aguarda tan tardo? ¿Qué busca con tanto empeño? Nadie se acerca y pregunta si está bien o necesita que le echemos una mano. Nadie conoce su historia, ni su cómo y hasta cuándo. Quizá sepa de nosotros más de lo que nos creemos. Porque lleva ya dos meses sin moverse, allí, observando cómo cruzamos jornadas, cómo pasamos la vida cual autómatas auténticos.

Habla inglés. Me han comentado que es educada y cortés. Al parecer, sueña con ser algún día presidenta en Reino Unido. Y mientras tanto ahí está, con su pose y su sombrero. Con su equipaje y gabán. A la espera, en su mudez. Pide una casa y calor y un trabajo, si es posible, que es lo que en este país, tan avanzado y flamante, no tenemos.

Aurelio González Ovies
13 de agosto 2014
Cartas al Director
La Nueva España