En poco se parecen a octubre estas mañanas, mas son mañanas frágiles y saben a corteza de humo campesino, a convicción rural, a incertidumbre en rama y de esta voz de liquen han caído estas hifas sin valor ni sustancia.

-Aurelio González Ovies-

sábado, 6 de junio de 2015

De nuevo, Penélope



DE NUEVO, PENÉLOPE

(A la mujer que habita en un banco de Pumarín, en Oviedo)

Espera desde hace meses en La Plaza de la Once. Lleva dos grandes maletas y un paraguas y un sombrero. Lleva lentes y un abrigo. Lleva una mirada triste, como muy sola y cansada. Botas blancas y tejanos y una trenza recogida por la tela de un pañuelo. Cuando el sol calienta mucho se recuesta en una almohada, sobre el césped del parterre, a la sombra de un morero.

Espera como quien sabe que nunca pasará nada. Como quien tan solo espera por agotar la rutina de tantos días enteros. Espera desde temprano y se pasa las mañanas reclinada sobre un brazo, en detenido silencio. Bebe unos sorbos de agua. Observa. Ve cómo vamos, venimos; ve la prisa que nos ata nada más amanecemos. Cambia de banco, coloca las maletas y el paraguas. Come con desgana y echa trocitos a las palomas. Y dice adiós a los niños. Y saluda al barrendero.

La gente observa extrañada. ¿Quién será, de dónde viene? ¿A quién aguarda tan tardo? ¿Qué busca con tanto empeño? Nadie se acerca y pregunta si está bien o necesita que le echemos una mano. Nadie conoce su historia, ni su cómo y hasta cuándo. Quizá sepa de nosotros más de lo que nos creemos. Porque lleva ya dos meses sin moverse, allí, observando cómo cruzamos jornadas, cómo pasamos la vida cual autómatas auténticos.

Habla inglés. Me han comentado que es educada y cortés. Al parecer, sueña con ser algún día presidenta en Reino Unido. Y mientras tanto ahí está, con su pose y su sombrero. Con su equipaje y gabán. A la espera, en su mudez. Pide una casa y calor y un trabajo, si es posible, que es lo que en este país, tan avanzado y flamante, no tenemos.

Aurelio González Ovies
13 de agosto 2014
Cartas al Director
La Nueva España